jueves, 20 de mayo de 2010

Retrato de un TERRORISTA


¿Por qué un joven universitario de 30 años, con un buen empleo, dos hijos, casado, con brillantes oportunidades y bien integrado a la sociedad, decide sumarse al terrorismo y hacer explotar una bomba en el corazón de Nueva York?

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El chico que mira a la cámara con su playera verde tiene una expresión amable. Es Faisal Shahzad. Y es muy probable que la fotografía la tomara un amigo de la universidad, un compañero de trabajo o quizá su mujer.
El punto es que ahora esa foto es la de un terrorista que pretendía volar en pedazos el área de Times Square, en Nueva York. Y los que se toparon con ella en la Internet, en la tele o en el periódico, quizá se sintieron sorprendidos por no encontrarse ante un tipo vestido con una túnica y retratado en una remota zona montañosa de Irak.

Los dos últimos hombres que han intentado atentar contra Estados Unidos, no son individuos con un AK-47 en el regazo, son jóvenes, universitarios, y proceden de familias de clase media-alta.

La gente tiene la idea de que los terroristas son pobres, sin oportunidades y sin educación. Pero lo que la experiencia muestra es que una mayoría de ellos son gente instruida, con un trabajo bien remunerado y provenientes de buenas familias.

“Lo que estamos viendo hoy es más típico de lo que la gente cree”, dice Bruce Hoffman, uno de los principales expertos en terrorismo de la Universidad de Georgetown.
“Queremos pensar que los terroristas son distintos a nosotros, pero la verdad es que los individuos que están siendo reclutados son como cualquiera de nosotros”, asegura Hoffman

Faisal Shahzad tiene 30 años, estudió informática, tiene una MBA (maestría en administración de empresas), trabajaba como analista financiero, está casado, tiene dos niños y compró la clásica casa de familia en los suburbios; obtuvo la nacionalidad ‘americana’ en 2009 (nació en Pakistán) y llevaba una década viviendo como parte de la típica familia estadounidense.

El otro caso

Ahora considere el caso de Umar Farouk Abdulmutallab, de 23 años y de origen nigeriano. Como la mayoría de los hijos de las élites políticas y económicas de su país —su padre fue banquero—, estudió en una prestigiosa escuela africana, la British School of Lomé, en Togo, y luego se trasladó a Londres para estudiar ingeniería.
El día de Navidad, en diciembre pasado, Umar subió a un avión con destino a Estados Unidos y con una bomba disimulada bajo su vestimenta.

Estos dos jóvenes —Faisal y Umar— estaban bien integrados a la sociedad occidental. Pero algo hizo que, en el último año, a Faisal Shahzad le sedujera más la yihad (guerra santa) que el ‘sueño americano’. Y algo hizo que Umar se colocara una bomba en los calzoncillos, se subiera a un avión con 278 personas, rumbo a Detroit, y tratara de hacerse estallar a bordo de la nave.
Ese ‘algo’ que transformó a estos dos jóvenes fue un viaje (Shahzad se fue a Waziristán, y Umar se fue a Yemen) para integrarse a un proceso de radicalización, dirigido por Al Qaeda.

Todo ha cambiado

Un informe de enero pasado del Senado de Estados Unidos ya alertaba de que Al Qaeda estaba cambiando su estrategia de reclutamiento: “ahora busca jóvenes de Europa Occidental y de Estados Unidos”.

Esto habla de cómo la guerra ha empujado a Al Qaeda fuera de Afganistán. Cientos o quizá miles de combatientes se han ido a lugares en el norte de África, el sureste asiático, Yemen y Somalia. ¿Su nueva misión? Entrenar a gente como Shahzad y Abdulmutallab. Jóvenes con pasaporte estadounidense que se mueven por Occidente sin levantar sospechas.

“Al Qaeda utiliza una estrategia exitosa, que consiste en diversificar a quienes recluta. Internet es extremadamente útil en este sentido, porque llega a mucha gente”, precisa Hoffman, el experto en terrorismo.

A Al Qaeda tampoco parece importarle demasiado que sus pupilos sean, por fortuna, chambones. “Al principio, los ideólogos de Al Qaeda querían esperar hasta que sus pupilos tuvieran la capacidad de montar un atentado a gran escala, como el del 11 de septiembre. Pero ahora su afán es llevar a cabo cualquier tipo de ataque, incluso los que parecen más tontos”, añade Jessica Stern, experta en antiterrorismo de la Universidad de Harvard.

Difícil de entender

El proceso de radicalización violenta resulta nebuloso incluso para los expertos. En cada terrorista hay un mundo de porqués muy difícil de predecir. Es un fenómeno ‘transversal’ que alcanza por igual a ricos y pobres, a extranjeros y nacionales, aclara un experto. Y agrega: ‘Más allá de decir que los reclutados de Al Qaeda están entre los 20 y los 30 años, no es posible elaborar un retrato del típico yihadista”.

Dos investigadores del Nuttfield College y la Universidad de Durham, Diego Gambetta y Steffen Hertog, publicaron en diciembre pasado un estudio sobre la formación de 400 individuos de 30 países, acusados de terrorismo.

De ese universo, 50 por ciento tenía estudios superiores y predominaban los que habían elegido la carrera de ingeniería.De la otra mitad muchos se habían dedicado a los estudios islámicos. En otras palabras, no hay duda de que los islamistas violentos han recibido una mejor educación que sus compatriotas.

Así que ni un elevado grado de formación académica ni un nivel adquisitivo medio o alto, evitan que algunos individuos elijan el camino del terrorismo.

Tampoco el origen. Los europeos han vivido la experiencia de que muchos de los terroristas islámicos tiene raíces profundas en el país en el que atentan. Por ejemplo, tres de los cuatro atacantes en Londres el 7 de julio de 2005, eran de Leeds (ciudad del centro de Inglaterra).

“Los americanos conservamos el espejismo de que Estados Unidos es diferente de otros países”, dice Hoffman. “De hecho, pensábamos que la diversidad de nuestra sociedad derivaba en comunidades bien integradas, con mejor educación y más ricas que las de Europa.

“Y que en nuestra sociedad no se daría el caso del homegrown terrorism (terroristas nacidos en el propio país). Pero con Faisal Shahzad nos hemos dado cuenta de que lo que pensábamos en ese sentido estaba equivocado”.

Los perfiles

Ninguna explicación es suficiente para entender el fenómeno sin simplificarlo demasiado. Algunos expertos citan las motivaciones racionales y emotivas que confluyen en la radicalización. “Algunos jóvenes llegan al terrorismo porque interiorizan la idea de la yihad como imperativo religioso y la perciben como una táctica eficaz. Otros han sido socializados en el odio, sobre todo en países donde hay una represión brutal y la creencia de que el islam está siendo humillado.
También por frustración. Jóvenes que llegan a Occidente con grandes expectativas y años después no consiguen cumplirlas. En el caso de Faisal Shahzad, a raíz de sus dificultades financieras empezó su radicalización.

Pero no hay que dejar de lado la crisis de identidad, ya que sigue habiendo muchos jóvenes que no se sienten ni de su país ni del de sus padres. En este caso la idea de la Umma, la nación global del islam, es una alternativa, como bien lo sabe Al Qaeda.

Un proceder complejo

En fin, muy poco se sabe sobre por qué se radicalizan algunos jóvenes, ni por qué unos sí y otros no. Queremos creer que las razones por las que se convierten en terroristas son obvias y fáciles de enmendar.

Por ejemplo, si creemos que lo hacen porque son analfabetos, pobres o desempleados, todo lo que tendríamos que hacer es darles instrucción, trabajo y oportunidades. Así acabaríamos con el terrorismo.
Pero se trata de algo mucho más complejo e impredecible.

Al ver la foto de Shahzad persiste la duda. ¿Por qué este joven universitario, con brillantes oportunidades y bien integrado a la sociedad estadounidense, se hizo terrorista? En otras palabras, ¿por qué la motivación de la yihad le ganó a la motivación del sueño americano?
Hoffman admite no tener ni idea del porqué, pero apunta que “quizá Faisal lo hizo porque se comparó con los más ricos y mejor educados, que no tienen que preocuparse de sobrevivir y no tienen que trabajar tan duro como otras personas.

“Creo que son jóvenes que se ven libres de contemplar al mundo como creen que debería ser y no como en realidad es. Y por eso buscan cambiarlo... a bombazos”.

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